dimecres, 6 de febrer del 2019

La llamada de la Caricatura

Mi primera impresión de Siem Reap fue la de una ciudad polvorienta. Cuanto más andaba por sus calles más me sorprendía la resignación con la que los sastres asumían la permanente capa marrón de polvo sobre sus prendas en exposición; no importaba si se trataba de un traje de novia o de un elegante vestido de fiesta, esa huella procedente de los pavimentos mal asfaltados invadía cualquier rincón. Unos días más tarde me iba a dar cuenta que la temporada de lluvias justo acababa de terminar, con lo que los barros acumulados tras varios meses de tormentas configuraban esa suerte de tinte estacional, como el color del otoño en otras latitudes. Por lo demás, la ciudad me resultó agradable y acogedora, su gente muy hospitalaria y sus numerosos mercados me parecieron una opción ideal para establecer un puesto de caricaturas.

Mercado nocturno de Siem Reap (técnica mixta sobre papel) 2019

Mi alojamiento se ubicaba a una cierta distancia del centro por lo que se hacía necesario el alquiler diario de una bicicleta para moverme con cierta autonomía. Pese a todo, durante el tiempo que permanecí en ese lugar siempre agradecí la tranquilidad de las noches silenciosas y los amaneceres matizados con el canto de los pájaros lejos del bullicio de las calles abarrotadas de negocios. Tan solo por eso ya valía la pena haberme distanciado tanto de Barcelona. De ese modo mis días se iban desperezando tras el riguroso letargo del jet lag mientras nuevas preocupaciones empezaban a tomar forma, entre las cuales se encontraba el hecho de que yo no sabía hacer caricaturas con acrílicos. Tal vez, lo que más me mantuvo ocupado durante las primeras semanas fue el desafío de encontrar las tiendas de materiales de bellas artes mejor provistas de la localidad. Tras numerosas pesquisas llegué a la conclusión de que tan solo existía una pequeña droguería donde prácticamente todos los artistas se proveían pese a su exiguo surtido compuesto principalmente por los colores básicos al óleo, algunos tubos de acrílicos y un puñado de pinceles de dudosa calidad. El resto de materiales a mi abasto consistía en todo cuanto pudiera aprovechar de una completa tienda de material escolar ubicada en un pequeño pero flamante centro comercial.
Con varios meses por delante y en un apacible entorno tropical pensé que mis obras con acrílico empezarían a fluir sin más problemas. Sin embargo, ese pronóstico no se cumplió de un modo tan categórico. Había viajado sin caballete de modo que pintaba mis cuadros apoyándolos en una silla contra la pared, instalado en una luminosa y eventualmente concurrida veranda del albergue donde me alojaba. A causa de este hecho tenía la sensación que la vida transcurría pletórica a mis espaldas mientras yo pasaba las horas frente a un muro peleándome con un pedazo de lienzo.


Pub móvil en Siem Reap (técnica mixta sobre papel) 2019
No tardé mucho en darme cuenta que esos cuadros con acrílico no iban a salirme bien. No sentía que ese trabajo me fuera a ayudar a conectar mejor con mi entorno tal y como yo perseguía de modo que mi motivación se apagó como la llama de una vela frente una suave brisa. Sentía que la caricatura me iba a servir mucho mejor para socializar así que me puse manos a la obra para encontrar los materiales más óptimos con los que llevar a cabo esos dibujos. Experimenté mucho con todo lo que encontré a mi abasto y al principio llegué a pensar que no iba a conseguirlo, pero de repente sucedió algo que precipitó los acontecimientos; recibí el encargo online de dibujar una caricatura para la revista de una asociación de Barcelona. Ese trabajo me impuso el desafío de superar cualquier obstáculo, con lo que al terminarlo, la idea de cómo debía lucir mi nuevo estilo había empezado a tomar forma.